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Exámenes

  • Foto del escritor: Selma Peña
    Selma Peña
  • 19 oct 2018
  • 2 Min. de lectura

Quien haya sido #estudiante sabe el periodo y la época por la que se pasa. Llega la semana o el día de #exámenes y la gente enloquece. Cuando es escrito, ese pequeño pedazo de papel hace que mucho sufran y deseen morir antes que poner su nombre en él. Y si es un #exámen oral, mejor pasar al baño antes de que pase una tragedia.



Cada #maestro y cada escuela va a tener su forma de evalución. No importa si es bimestral, semanal, semestral, siempre se pasa por el suplicio para poder continuar. Imaginemos que es un #videojuego. No podemos avanzar de nivel sin antes haber completado con éxito el anterior. Igual pasa en las escuelas, para que ellos sepan que entendiste a la perfección los temas te someten a un #exámen para saber si es cierto o no.



¿Pero qué pasa con estas evaluaciones que hacen que nuestro cuerpo entero reaccione? Conozco muchas personas que se #enferman sólo con saber que la siguiente semana tienen un #exámen. No importa si es del #estómago, #gripa, #insomnio, #ansiedad o #estrés, el cuerpo entero responde ante el peligro que se avecina.



Aquel que aplica el #exámen lo ve cómo algo productivo, pero la perspectiva del que lo presenta es totalmente diferente. Muchos lo ven como una especie de castigo, demostrarle a los demás lo que sabes y lo que no para quedar en evidencia frente a los demás y frente a ti mismo. Algunos pueden tomarlo como #motivación para ser mejores y superarse, pero otros lo encuentran denigrante y hostil.



Como sea, no cabe duda que los #exámen causan una reacción. Y no importa la edad que tengas o el tipo de #exámen que presentes, tu cuerpo y tu mente te van a jugar un mal rato. Calificar tus conocimientos puede que no sea muy relevante al momento de llevarlos a la práctica, pero es deber de las instituciones someter a sus alumnos a un poco de tortura.




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